
Un curioso enigma muy conocido de los alquimistas se encuentra en el tercer volumen del Theatrum chemicum, página 744 acompañado de un comentario de 10 páginas de Nicolás Barnaud. Aquí está:
“Aelia Loelia Crispis es mi nombre. Yo no soy ni hombre ni mujer, ni hermafrodita ni virgen, ni adolescente ni vieja. yo no soy ni prostituta ni virtuosa, sino todo junto. No estoy muerta ni de hambre ni por la espada, ni por el veneno, sino por todas estas cosas a la vez. no descanso ni en el cielo, ni sobre la tierra, ni en el agua, sino por todas partes. Lucius Agatho Priscius, que no fue ni mi marido, ni mi amante, ni mi esclavo, sin tristeza, sin gozo, sin lloros, me hace elevar, sabiendo y sin saber porqué el monumento que no es ni una pirámide ni un sepulcro, sino los dos. He aquí una tumba que no encierra ningún cadáver. Es un cadáver que no está encerrado en un sepulcro. El cadáver y el sepulcro no son más que uno”.

Barnaud estableció en su comentario que se trata de la piedra de los filósofos.
Teorías y símbolos de los alquimistas. Albert Poisson