El paraiso es el lugar situado en tierras orientales, cuya denominación, traducida del griego al latín, significa “jardín“; en lengua hebrea se denomina Edén, que en nuestro idioma quiere decir “delicias”. La combinación de ambos nombres nos da “El jardín de las delicias“.
Allí, en efecto, abunda todo tipo de arboledas y de frutales, incluso el “árbol de la vida”. De su centro brota una fontana que riega todo el bosque, y se divide en cuatro ramales que dan lugar a cuatro ríos distintos (Pisón, Gihón, Hidekel, Eufrates). La entrada a este lugar se cerró después del pecado del hombre. Por doquier se encuentra rodeado de espadas llameantes, es decir, se halla ceñido un muralla de fuego de tal magnitud, que sus llamas casi llegan al cielo.
Dentro de la tradición celta de los imrama o immram, situamos a un monje irlandés, que vivió en el siglo VI, llamado de diferentes maneras; san Brandán, Brandán de Clonfert, Barandán o Borondón, fundador de un monasterio en Clonfert. En torno a el se tejió una leyenda de un supuesto viaje en busca del paraiso terrenal o jardín de las delicias, fué protagonista de uno de los relatos de viajes medievales más famosos de la cultura gaélica medieval, relatado en la Navigatio Sancti Brandani, una obra que fué redactada en torno a los siglos X-XI.

La versión más clásica de la leyenda es la siguiente:
San Brandán recibe la visita de un hermano suyo de religión, san Barinto, que le hablaba de la existencia de un paraíso terrenal visitado por él. San Brandán inicia en compañía de otros catorce monjes a través del océano un largo viaje en una pequeña embarcación. En su vagar por el océano, Brandán encontró numerosas islas y se enfrentó a algunos monstruos marinos. Aunque son numerosas las islas mencionadas en la Navigatio Sancti Brandani, la tradición se ha centrado en la isla-pez, completamente desprovista de vegetación, que aparece y desaparece. En ella San Brandán y sus compañeros celebraron la misa de Pascua, pero al encender el fuego para asar un cordero la isla despertó, dándose cuenta entonces de que en realidad se trataba del pez gigante Jasconius, que más adelante, obediente a Brandán, le conducirá hasta las proximidades del Paraíso. Esta sería la posteriormente identificada como Isla de San Brandán, que como el pez Jasconius aparece y desaparece, ocultándose a los ojos de quienes la buscan.


En la leyenda del santo irlandés confluyen elementos de distinta procedencia: mitos clásicos (las islas de los afortunados en el oceano Atlántico), mitos célticos (los imrama), tradiciones cristianas (el Paraíso terrenal, localizado en un jardín insular en medio del Oceano) y fábulas orientales (Las mil y una noches)