Fueron las técnicas ocultistas de la sociedad de Thule, las utilizadas por Adolf Hitler para la consecución de sus fines. Llamada Orden Vril, o Logia Luminosa (sociedad masónica ocultista, germánica y aria, que escogió su nombre haciéndose heredera de la Thule griega y de la aún más lejana – en el tiempo histórico – Thule atlante, o hiperbórea).

Su objetivo era conseguir una raza perfecta de superhombres de pura sangre aria, que pudiesen leer la mente, trasladarse en el tiempo y el espacio, hablar con el vientre, y recibir órdenes y consejos, en cuevas naturales o fabricadas al efecto, de los superiores desconocidos.
En fin, construir la república de sabios, una élite de elegidos para tratar de invertir los términos de una evolución humana que llevaba al hombre, según sus teorías, a la degradación. Luego aprovechando la situación de guerra, daría paso al exterminio.
Apoyándose en adelantos técnicos, fué prodigo en ayudar a tener hijos a los mejores ejemplares de raza aria: los descendientes directos de los hiperbóreos, los semidioses llegados de las estrellas. Por esta razón, la esvástica – antiguo símbolo solar, de luz, utilizado por masones y budistas – tenía las aspas invertidas.
De otra mano tenemos al prodigioso Albert Einstein, judío, cabalista, esoterista miembro de la logia masónica hebrea con sede en Berna y Nueva York, quien también intuyó muchas de sus teorías en la lectura de clásicos del pitagorismo, el Sepher Yetzirá, el Zohar o la Torah (antiguo testamento de los cristianos) y fué ayudado por teósofos que antes apoyaron a Hitler (los Lamas y la sociedad teosófica de Helena Blavatsky).

Einstein, un hombre grande, sabio, y bueno, acabó siendo peligroso para el anticomunista y antisemita gobierno de Estados unidos de América en plena guerra fría. Recordemos también lo peligrosos que fueron en su día para la iglesia y el gobierno de turno: Copérnico, Galileo o Giordano Bruno.
Ante el “caos”, Thule era geometría, perfección; la alternativa al desorden social, humano y natural. Thule era sinónimo de orden, de números perfectos. A la busqueda de Thule van los príncipes del espíritu ártico, los magos y los cabalistas, pues en ella brilla la verdad que impide que las tinieblas del error hechen raíces.
Corre el año 1945 y los rusos, tras la toma de Berlin, entran en el búnker de la cancillería donde Hitler se refugió al empezar el bombardeo de la ciudad. En él hallan los cuerpos sin vida de seis tibetanos con guantes verdes, formando un círculo. Más tarde hallaron algunos otros cadáveres de monjes tibetanos; todos se encontraban bajo la dirección del Lama Supremo: el Führer, guardián de las llaves del reino secreto de Agharta. Los tibetanos de los guantes verdes tenían conexiones con la sociedad Thule (que persistió desde la antigüedad en el Tíbet).
Durante el nazismo se abrió una puerta que daba acceso al territorio de los fenomenos paranormales. El Tercer Reich estuvo en posesión de un libro lleno de secretos y claves ocultistas. Dicho volúmen fué obtenido por mediación de un desconocido anciano de orígen judío, que se lo cambió a Hitler por una fortuna que igualaba la suya. Adolf Eichmann fué el último en conocer el paradero de dicho manuscrito que acabó enterrado, junto con el dinero del Reich, en el Blan Alm.
Los nazis de la Orden de Thule afirmaban que los secretos de la vieja civilización harían de los arios una raza de superhombres. Turquestan, la meseta de Pamir, o el desierto del Gobi son los lugares de origen de los arios. Allí se encuentran las puertas del reino de Agharta que debía ser reconquistado. Dietrich Eckart y Alfred Rosenberg, fundadores del Partido Nacional Socialista Alemán, poseían la “doctrina secreta”, conocían los enigmas ocultos en la isla situada al norte de Europa; la abertura del Polo Norte que comunica con el mundo subterráneo.
Pitágoras, Mario M. Perez Ruiz
2 replies on “La Orden de Thule”
Siempre suelo tirarme una media hora diaria leyendo este blog, con mi
taza de cafe, felicidades por este sitio
Es un honor para nosotros saber que lo disfrutas, gracias por el feedback! hasta pronto.